Testimonio de una violeta contra sí misma
Huía de mi tristeza, pero no sé porqué mientras más lo intentaba, más me perseguía.
Permanecería sentado, contemplando la distancia, contando las nubes del campo, o pasaría el tiempo en el lago pescando y soltando los peces.
¡Oh mi Dios! ¿Cuántas lámparas tendría yo? Se me acercó y separando mi cuerpo de mis manos me dijo: Hijo mío, de pronto, lo venció el sopor y se durmió.
El jazmín de la valla de casa trepa hasta la vecina, atisba sus deseos y desciende sobre un amasijo de cuerpos.
Nuestra vecina... La observo, como lo hace el jazmín, cuando lavas a sus amantes y los cuelga en los hombros del lenguaje.
Se inclina y el torso del vestido se desliza. ¡Dios mío! esas turgentes manzanas me enloquecen, ¿ Qué culpa tengo yo de que las manzanas sean turgentes?
Retornan los vendedores ambulantes de buscar el sustento. Un campo perdido vuelve a casa.
Nuestra vecina... Se arregla el torso y bajo su blusa, el río vuelve a su cauce, Huyo...
Mi profesor de lingüística me dijo que yo era demasiado sensible a la poesía y la retórica, que las llevo dentro.
Una mujer madura pasa y le digo a mi compañero, ella entró al poema cambiándose de ropa; y me sentí avergonzado de mi mismo.
Nuestra vecina... Adorna su pelo con una luna, se arroja al pozo y saca una estrella caída de la noche. Cautelosamente ví una manzana caer.
Sin saber por qué, crecía dentro de mi traje y mientras crecían, entre ellos crecía la valla.
En mi nombre maduraron otros nombres, por eso, siempre que comienzo un poema entran en él conmigo, los pobres y la vecina de las manzanas.
La vecina pregunta por su vecino, que va de rezar al café y de un sitio a otro, olvidando que le han asesinado, olvida cómo seguir actuando en su papel.
Las jóvenes despiertan de sus sueños y las pequeñas chocan con la solidez de la retórica, su pasión secreta/el habla se rompe y la palabra cae herida en la jarra de agua.
Otra joven se apresta intuitivamente a pasar el curso de amar.
Solitario, va distraído, sus palabras dejan huellas en la calle de la que cuelga una nube. El agujero que hizo la bala deja que la claridad atraviese por el bolsillo de su camisa.
Inclinado, dudaba. ¿Acaso sería yo el relevo? ¿Dónde ocultará la bala su poder letal? La víctima está tan distraída como el victimario, siguiendo a la muerte... El asesino gritó a su víctima:¡Levántate para que marchemos!
Huí de mi muerte, pero no sé porqué cada vez que huyo, tú mueres por mi, mi vecina fue testigo. ¿Cómo asesinaste a otro para perseguir su muerte y no a mi.
Una vecina declaró ante el Tribunal de Urgencia que cuando los asesinaron la primera vez, se intercambiaron el plan de vuelo.
Era la planta baja... Distraída, penetra en su propio silencio.
Translation by juanita sayoux. |
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